martes, 18 de marzo de 2008

Crónica: Las reliquias, Capítulo: EL reencuentro

El 8 de Febrero:

Cansado y aburrido de la tranquilidad que se respira en la mansión, Tomeu decidió bajar hasta la capital de la isla para disfrutar un poco del sabor del ganado. Abrió la puerta de su coche, se introdujo con movimiento anímico, arrancó el motor y agarró la carretera en un silencio inhóspito tan solo roto por el motor que lo llevaba hasta sus próximas víctimas.

Rioxi en un intento por llamar la atención del obispo de Madrid decidió llamarlo para explicarle la idea que unos días atrás tuvo:

“Residencia De Moncada, buenas noches.” Habló desde la otra parte del hilo telefónico.

Buenas noches, soy Rioxi el arzobispo de la media España. ¿Estaría el Sr. de Moncada?

Lo siento, pero en estos momentos está reunido, si desea dejar algún mensaje…

En tono un tanto seco y bastante prepotente Rioxi se despidió con un “buenas noches” colgando rápidamente, para que iba a perder el tiempo con un criado que ni tan siquiera conocía.

A unos veinte minutos de su partida, Tomeu atravesó la conocida zona de avenidas se introdujo por el primer túnel que desciende hasta un parking subterráneo justo debajo de la Plaza de España. Andó con tranquilidad hasta la salida del subterráneo. Al salir sus ojos no se fijaron en el tráfico abrupto de la hora punta en el centro de una ciudad, ni mucho menos en la pareja que, a su derecha, se besaba fervientemente mientras ese capullo pensaba en el polvo de anoche con la amiga de su prometida. Solo tuvo ojos para una espesa línea de gente que esperaba frente la taquilla de un pequeño multicines. Cerró su mirada visualizando aquellos seres alados blanquecinos pero negruzcos por la polución de la sociedad a la que tanto odia. Sintió el aleteo del plumaje, inspiró…dejó que su corazón bombease de nuevo.

(Un latido, dos latidos, tres latidos)

De su suspiró resonaron arrullos, de los arrullos aleteos, treinta aleteos constantes retumbaron a su alrededor, una nube de sucias plumas se levantó desde el centro de la plaza, una bandada de aves enfurecidas sin razón, desordenadas y caóticas ascendieron lo más alto que pudieron y se dejaron caer. Se avalancharon contra esa hilera humana. Algo se le entrometió. La mayor parte de esa afamada nube emplumada dio media vuelta sin previo aviso acariciando el pelo del ganado, hubo chillidos pero en breve tranquilidad. El aire se respiró sosegado. La gente olvidó rápidamente lo ocurrido, fue tan solo una ilusión para Vincent un despropósito roto por no se sabe quién.

El alter ego de ese ser oscuro con ojos gatunos se sintió herido. Su mente sabía lo que debía de hacer para sanar aquella desilusión. Primero de todo haría cola.

(Que remedio)

¿Buenas noches, que película? Una muchacha vestida con un uniforme anaranjado bastante desfavorecedor. Si sumamos una cara cansada de aburrimiento después de tantas horas repitiendo lo mismo. La imagen de una mujer cansada.

Una entrada para la película de estreno…

Sesión numerada señor, solo me quedan para primera fila…sonaba a una voz taquigráfica

No importa, voz gutural y educada

6 euros, volvió a taquigrafiar el sonido.

Se acomodó en un asiento central a su derecha una muchachita regordeta rozando la pérdida de la adolescencia le sonreía esperando una respuesta, un hola que nunca llegó. A su izquierda un hombre de unos 25 años de edad de nacionalidad probable del sur de América.

Y se apagaron las luces. Inundaron los anuncios la tela blanca, una palomita golpeó su cabeza, se giró enfurecido. Gente sonriendo, hablando entre sí, esperaban que esa lluvia de tráileres acabase para disfrutar de un taquillazo de película. Y así fue, empezó la película enmudeciendo la sala.

Una hora y tres cuartos pasaron desde el título, “ya es hora, allí está la puerta de emergencia” Se levantó con su idea a cuestas, rozó la barra de metal de la puerta de acero, empezó a bajarla”

¿Disculpe señor busca algo? Un muchacho joven, algo escuálido, de pelo corto, moreno y con voz un tanto empalagosa

Los baños

Están saliendo de la sala… aaa mano izquierda…. al fondo del pasillo señor

Una sensación de ira y lujuria invadió el brazo de Tomeu. Lo alzó, vio su codo hundiéndose a través del tabique nasal del acomodador, podía incluso oler la sangre que estaba a punto de brotar y manchar su chaqueta…

No lo hagas…entró en su mente, y no lo hizo

¿Señor se encuentra bien? Mirándolo con cara extrañada

(Otro intento desesperado por machacar la cara de ese jovencillo entrometido)

No lo hagas…era una orden parasitando su cabeza.

Y no lo hizo

Nada gracias…, volveré a mi sitio…-dos planes, dos atentados a su egocentrismo sanguinario.

Y así fue se sentó y esperó a que acabará la película.

Aplausos, verborreas sobre la magnífica producción, y alguien en la mente de Tomeu, que sin él saberlo, estaba asentado en su interior esperando a que se alejase algo de aquel lugar. Ese ser tenía prohibido expresar sus virtudes en público.

Algo desesperado atravesó la puerta que daba a la calle, sabía que alguien no grato para él estaba en el interior de aquella sala. Era hora de huir.

Andaba firme y algo intranquilo por el parque que discurría al lado de aquella céntrica calle de la capital. Un treintañero estaba encendiendo un porro, sentado sobre el respaldo de un banco de hierro algo oxidado, inspiraba un poco más de ese humo que lo ayudaba a olvidar lo desgraciado que era. Tomeu se acercó, y sin ningún preludio se dirigió a él:

¿Tienes papel?

Alzó la vista unos ojos hinchados y enrojecidos, cansados y pacíficos. Claro que sí, toma

¿Y una xina? , remató rápidamente

No, tío…quieres unos calos? Le ofrecía la última parte de un porro bastante desecho y consumido.

Tomeu lo cogió se lo acercó a los labios, y antes de inspirar ni una sola partícula de humo lo dejó caer contra el suelo, sonrió, lo pisó, estaba solo, estaba jodiendo a ese pobre hombre que le ofrecía lo poco que tenía, lo único que le quedaba para pasar aquella noche de soledad.

Sus ojos destellaron su idea, destilaron la atrocidad que iba a cometer

Llora…llora como un niño y pide perdón, arrodíllate

Ese maldito susurro, esa maldita voz otra vez. Joder mierda me han seguido, y corrió atravesó de vuelta el parque, sin mirar esquivó como pudo coches, motos, ganado, esa pareja no estaba.

Una parada de autobús atormentada, una mujer sola, llorando, una verdad entregada. Ni en esa muchacha se fijó. Corrió hacia el subterráneo. Se paró de secó frente la caseta de vigilancia.

¿Tiene cambio? Su voz denotó nerviosismo

Si un segundo.-Era un hombre que bien aparentaba los 40 años cumplidos, con barba algo canosa, no dejaba ver sus ojos detrás de una gorra.

Agudizó su mirada todo lo que pudo, y tanto que lo vio, una sombra debajo de un Seat León rojo, cinco coches a la derecha de él, el doceavo a su izquierda, un Peugeot 106 con una mujer morena, pintándose los labios, carmín y pasión, sangre y devoción, se observó entonces vigilado…

(Mierda)

Una mano desprovista de uñas, arrugada, putrefacta, con la piel resecada por los siglos malditos, un dedo levantándose lentamente, un jódete, te tenemos…

Miró, buscó una salida rápida, una corriente rozó su tez. Solo quedaba una salida.

El cielo.

Corrió, inspiró, bombeó su sangre, la sintió caliente, su vista se nublaba, subía las escaleras hacia su salvación, dejó de ver, su ropa la rozó justo antes de abandonarla en el penúltimo peldaño de la escalera… estaba fuera, se alzó y voló. Se sumergió en la oscuridad de una noche tapada por las nubes de invierno, no veía nada salvo ecos. Ondas invisibles que el mismo emitía y que el aire le devolvía, un muro a la derecha, siluetas trazadas bajo su pequeño cuerpo.